Las aguas ya bajaron y las aldeas se quedaron sin nada. Cruz Roja Guatemalteca trabaja para ayudar a las comunidades afectadas por Eta e Iota

El vaho caliente emerge de la tierra en medio del bosque tropical y los mosquitos se abren paso agresivo por las casas de caoba y corozo en la aldea. Y ahí, escondida tras la puerta de entrada a su hogar, está María Chen observando cómo nos acercamos a su vivienda. Detrás de unas espesas ojeras acentuadas con sus 67 años de edad y talladas de tristeza, esconde unos amables ojos que nos miran con el temor característico de muchas de las personas que sobrevivieron desgarradores episodios de la historia de Guatemala y la discriminación latente en el país. La saludamos en Q’eqchí, el idioma hablado por las personas en esta zona, Alta Verapaz. Nos responde cándida sin regresarnos a ver. María perdió sus pertenencias, sus animales y sus sembríos debido a las inundaciones causadas por las tormentas tropicales Eta e Iota. Sus condiciones de vida complicadas por la marginalidad se ven empeoradas ahora por este desastre natural.

Para llegar a esta comunidad el personal de la Cruz Roja Guatemalteca debe movilizarse durante tres horas desde la ciudad de Cobán a través de caminos de lodo perforados con cráteres que quiebran las suspensiones de los carros 4 x 4, y que en algunos casos los atrapan. María, al igual que las 105 familias que viven en la Aldea Faisán 2, se encuentra completamente aislada. El centro de salud más cercano se ubica en Cobán, y las personas deben salir a la población de Cancuinic a hora y media de ahí en vehículo para abastecerse de víveres y otros insumos para sobrevivir.

Nos indica que el dengue y el zika acechan a la comunidad y que existen personas que tienen enfermedades de la piel y del estómago. No usa mascarillas, no tiene dinero para comprarlas y además no ha sido informada sobre la COVID-19 y sus efectos. Esta enfermedad deambula como un mito por estas aldeas. “Nadie ha venido por aquí para informarnos de nada y hemos escuchado que eso si existe, que está matando a la gente y tenemos miedo de que ese mal venga por aquí” comenta. La señal de celular apenas llega a esta zona, no existe electricidad y María se informa con una radio vieja que enciende de vez en cuando porque no tiene dinero para comprar nuevas baterías.

Nos permite ingresar a su hogar para observar las condiciones en las que vive. Su cama tiene un colchón viejo y deteriorado por la humedad, y los muebles donde pone sus pertenencias son improvisados con tablas de san juan. Está preparando frijoles con el agua de la lluvia que recoge, y ya tiene lista las tortillas de maíz. En algunas casas las personas comen de vez en cuando proteína animal, eso en caso de que tengan acceso a la pesca o si han podido criar aves. Pero debido a que perdieron sus granjas y animales ahora la alimentación se ve seriamente afectada. “A veces solo como tortillas” indica María.

Desde octubre, cuando se suscitaron las inundaciones, la Cruz Roja Guatemalteca apoyó a estas aldeas con acciones de evaluación y análisis de necesidades, evacuación, búsqueda y rescate. Actualmente está brindado asistencia humanitaria, atención primaria en salud y apoyo psicosocial en 26 comunidades tanto del Departamento de Alta Verapaz como en Izabal. Con el apoyo de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (IFRC) se ha iniciado la implementación de actividades de agua y saneamiento y medios de vida. Estas acciones se ejecutan como parte del llamado internacional que la IFRC ha realizado para ayudar a los países afectados por las tormentas Eta e Iota.

Los alimentos entregados por la Cruz Roja Guatemalteca son un alivio para María, y con un enternecedor acto de bondad naciente en sus principios comunales de reciprocidad nos extiende una canastita con tortillas calientes recién hechas. “Las personas quieren mucho a los miembros de la Cruz Roja en esta zona” Nos indica Denis Wellman presidente de la Delegación de Cobán de la Cruz Roja Guatemalteca. “Venimos acompañando a estas comunidades por más de veinte años y nos reciben con los brazos abiertos”.

El trabajo que ha venido desarrollando la Cruz Roja Guatemalteca en estas comunidades se ve alimentado de la participación y vinculación de la comunidad en las acciones realizadas por la zona. Muchos voluntarios son parte de la comunidad, y son miembros claves para el desarrollo de las actividades ya que conocen el entorno, la cultura y hablan el idioma local. “Ellos no nos ven como extraños, al contrario, nos sienten muy familiares” dice Karen Chocooj voluntaria de la delegación que trabaja como profesora de escuela y dedica gran parte de su tiempo a las actividades que la Cruz Roja Guatemalteca realiza en Alta Verapaz.

La tarde se torna dorada y el ocaso está próximo. María está contenta de tenernos en su hogar, siente que le escuchamos y con gran entusiasmo nos cuenta sobre su vida. Pero tenemos que partir y nos despedimos con un hasta pronto. Las aguas ya han bajado en estas tierras, y la recuperación de las comunidades recién empieza. María sabe que la Cruz Roja Guatemalteca estará ahí, presente como siempre, y nosotros salimos con la certeza de que tenemos un largo trabajo que emprender en un escenario donde los medios de comunicación y la sociedad ya se olvidaron de que algún rato pasó por ahí dos arrasadoras tormentas tropicales que se lo llevaron todo.

Fernando Gandarillas

Coordinador CEA para Guatemala Operación ETA-IOTA

Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja